Estos días se celebra la Semana del Clima de Nueva York, encuentro anual fundamental para preparar la próxima Cumbre de Cambio Climático (COP), que tendrá lugar este año en Dubái a finales de noviembre. El principal tema a tratar en Nueva York es el objetivo mundial ya presentado informalmente por la presidencia de la COP: que el mundo triplique la potencia actual de renovables en 2030, en solo siete años. Este objetivo se pretende formalizar con el acuerdo de todos los países en la COP de Dubái.
Aquí, en este breve espacio, trataré de dar respuesta a algunas cuestiones básicas sobre este objetivo:
¿En qué consiste este objetivo?
En la actualidad existen en el mundo tres grandes tecnologías renovables para generar electricidad: la hidráulica, la eólica y la fotovoltaica. De cada una de ellas había instaladas, a finales de 2022, 1.400 gigavatios (GW), 900 GW y 1.000 GW, respectivamente, que, junto con otras de menor importancia, sumaban 3.500 GW (como dato de referencia, esto es, unas 30 veces el sistema eléctrico español, incluyendo toda la generación, renovable y térmica).
A finales de este año, se espera llegar a una potencia de 3.900 GW. El objetivo global es llegar a los 11.500 GW en 2030, es decir, triplicar la potencia actual (¡renovables equivalentes a 100 veces todo el sistema español actual!). Esta cifra se podría conseguir con las siguientes proporciones de incremento: un 60% más en fotovoltaica, un 30% más en eólica (un 30%) y en otras, como la hidráulica, un aumento del 10%.
Dicho de otro modo, se trataría de adelantar en 20 años el desarrollo de renovables, ya que con las previsiones de políticas actuales en 2050 llegaríamos a unos 12.000 GW, muy lejos del escenario de cero emisiones netas.
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¿Tiene sentido que el mundo se autoimponga este esfuerzo?
Aunque hay otras posibles medidas, la vía principal para reducir emisiones de CO₂ a escala global no puede ser otra que la inversión en energía renovable en el sector eléctrico; una inversión que sustituya a los combustibles fósiles (todavía hoy, más del 60% de la electricidad global se produce quemando combustibles fósiles) y suministre las necesidades de una mayor demanda, especialmente en las economías en desarrollo (se espera que la demanda eléctrica global se multiplique al menos por 2,5 a 2050).
Es esencial que este objetivo se logre en 2030 y no en 2050, porque de esta forma se evitan una cantidad muy significativa de emisiones. De hecho, el cumplimiento de esta medida es vital para mantener al planeta en la línea del Acuerdo de París, es decir, no superar 1,5 grados de incremento de la temperatura en 2050.
Si el objetivo de triplicar renovables se retrasa hasta 2050, como es obvio, el incremento de la temperatura y sus impactos sociales y económicos serán mucho mayores.
Además, la producción autóctona, en una situación geoestratégica cada vez más complicada de energía, mejora la seguridad de suministro, contribuye a la reducción de la contaminación del aire, es la principal vía para reducir los precios de la energía eléctrica en todo el mundo —las renovables son ya la forma más barata de generar energía en un 80% del globo— y genera industria local con grandes oportunidades de empleo de calidad. Cuatro argumentos de peso para darle sentido y máxima urgencia a este objetivo.
¿Es viable su cumplimiento?
Las energías renovables son el principal vector de crecimiento de la generación eléctrica global. La revolución tecnológica que han experimentado en los últimos años, con reducciones de más de un 90% en sus costes en una década, convierte a las “nuevas” renovables en las tecnologías más económicas para producir el 80% de la electricidad del planeta.
En estos momentos, la fotovoltaica es una de las únicas tres tecnologías que están en el camino necesario para conseguir el objetivo de cero emisiones netas en 2050 (junto con los coches eléctricos y la iluminación LED de alta eficiencia). La eólica avanza también a buen ritmo, pero no lo suficientemente rápido.
Adelantar el cumplimiento del objetivo, como es evidente, implica realizar esfuerzos mayores de los previstos. Es un objetivo muy ambicioso, pero no imposible de alcanzar: triplicar la potencia renovable en 2030 es coherente con el escenario cero emisiones en 2050 de la Agencia Internacional de la Energía, considerado por todos los expertos como un escenario ambicioso, pero factible.
¿Qué se necesita?
Existe la tecnología adecuada, las empresas están dispuestas a invertir, tenemos los recursos necesarios para hacerlo, pero el cumplimiento de este objetivo antes de 2030 exige multiplicar por tres el ritmo de inversión actual (de unos 300-400 GW al año a 1.000 GW).
Necesitamos de un gran esfuerzo global que se traduzca en una política energética consecuente, con objetivos definidos a medio y largo plazo en todos los países, con el desarrollo de las necesarias infraestructuras, con mejoras en los sistemas de planificación y permisos, con un adecuado escalamiento en las cadenas de suministro en las que se resuelva la seguridad de suministro de las materias primas y se mejore la colaboración internacional, incluyendo ayudas económicas a las economías en desarrollo.
Y, claro, es vital que las empresas hagan el desarrollo renovable de forma que sea también positivo para la biodiversidad y para las comunidades locales.
Podría parecer un objetivo inalcanzable, inasumible. Pero realmente no lo es. Es un objetivo muy ambicioso, es verdad, pero no imposible de cumplir. La experiencia de las últimas décadas nos demuestra que las dificultades se han ido superando con impulso político y el desarrollo tecnológico (¡quién hubiera dicho hace 10 años que hoy estaríamos instalando 400 GW de nuevas renovables al año!). Lo que, en su momento, parecía misión imposible acabó alcanzándose. Lo que es fundamental es que este camino lo hagamos trabajando todos juntos, Gobiernos, empresas y ciudadanos, en alianza. Lo dice el signo de los tiempos. Apremia la gravedad y la urgencia del “problema”.
Acortamos plazos, adelantamos avances y así garantizamos el horizonte de futuro para las próximas generaciones. Es urgente. Es necesario. Es posible.
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